Caminar conmigo

Autor: Guillermo Vidal-Quadras Trias de Bes Gestor de patrimonios y escritor a ratos muertos.

TCI: Terapia Corporal Integrativa. Es una formación de tres años. Un conócete a ti mismo del siglo XXI. No voy a contar nada más sobre ella, tan solo cómo, yo, Guillermo, un clásico gestor de patrimonios de 59 años, he acabado aquí.
—He venido porque me lo han pedido. Soy agnóstico y bastante descreído (una redundancia) de todas estas “cosas”.
—Mira, Guillermo, si estás sentado en este sillón, es porque tú has entrado con tus propios pies.
Este fue el primer diálogo que cruzamos, Diego, mi terapeuta, y yo, hace cinco años. Diálogo casi tan mítico como el de Johnny Guitar y Viena. Yo no sabía nada de nada del carácter, la gestalt o el eneagrama. Y si alguien hubiera dicho “TCI”, probablemente habría pensado que era un modelo de Volkswagen. Por no saber, no sabía ni que tenía un ego, o varios, y que bajo tantas capas escondía mi ser.
Quiero hacer una puntualización que para mí fue importante y que puede ser de utilidad para quien me lea. Yo no llegué a la formación por mi curiosidad, o mejor dicho, por mi propia prospección.
Llegué de forma natural, fue un proceso. Primero hice dos años de Desbloqueo TCI. Diego (otra vez Diego), un día que le debí comentar lo patoso y ridículo que a veces me sentía con mi propio cuerpo en público (actuando, moviéndome y luchando contra el qué dirán), me dijo: “No sabes lo bien que te iría apuntarte a Desbloqueo”. ¿Desbloqueo?.
Mi curiosidad, ahora sí, hizo el resto y me apunté a una prueba. Una prueba donde la gente bailaba, se abrazaba y respiraba; sobre todo respiraba. Y yo, igual que Obélix: “Están locos estos romanos”. Y a la vez, atraído por este nuevo mundo tan extraño.
Estuve en desbloqueo dos años. Al primero falté a más de la mitad de las sesiones, lo pasaba muy mal antes de ir; la vergüenza de exponerme, de mostrarme, y porque me pilló un cáncer tonto del que estoy muy bien, que me hizo perder un par de meses. En la última sesión de mi debut, sucedió algo tan maravilloso que me hizo ver que tenía que repetir curso y atreverme, ahora sí, a quitarme los calcetines. Cosa que no había logrado ni un solo día en esos meses.
Para quien desee hacer la formación y, como yo, sea un profano, creo que es una muy buena introducción el desbloqueo semanal. Ayuda mucho a comprender la base de muchos de los ejercicios que son esenciales en la Formación; comenzando por la propia “posición de arraigo”, que es el “mi mamá me mima”, la caligrafía de la terapia corporal.
Fue ese segundo año de desbloqueo, tras las tres sesiones de sexualidad, donde aprendí otra de las citas TCI míticas. Esta vez la pronunció Maribel, o puede que María (mis cicerones desbloqueantes): “El límite es una opción”. Es la frase más maquiavélica que he escuchado en mi vida. Es como decir: Hay un límite, siempre lo hay, respétate, pero yo te invito a que te des permiso para traspasarlo. Toma ya. Respétate y atrévete.
No me desvío, vuelvo. Tras una de aquellas sesiones, al contársela a Diego, me dijo: “No sabes lo bien que te iría (esta frase también está en mi antología) hacer la Formación de TCI”. “Pero si a mi edad ya no voy a ser terapeuta ni tampoco lo pretendo”, le dije. “Guisheeeermo, como proceso de conocimiento personal.”
Y ahí me veo yo y mi curiosidad, al miércoles siguiente, en el Espai, rellenando la hoja de inscripción para la formación de TCI.
“Diego, me he apuntado a la Formación.” “Qué bien te van a ir estos tres años.” ¿Tres años? Ni lo había mirado.


Ahora que escribo estas páginas, ya llevo dos años, 18 talleres (faltan dos por el COVID) y dos stages. No voy a contar nada del contenido. Creo que es mejor. Para mí ha sido esencial ir casi in albis. Sí, me han ayudado mucho los dos años de desbloqueo, de ahí la recomendación, pero cuando comencé la Formación continuaba siendo un lego casi total en el mundo terapéutico y, por descontado, en todo lo que tenía que ver con el Carácter.
Recuerdo una de las primeras ruedas, no sé si el primer o segundo Taller. Al intervenir, dije: “Para mí, esta formación es un camino, un camino desconocido que deseo recorrer observándolo, sintiéndolo, perdiéndome y encontrándome, sin saltarme ninguna de sus estaciones”. Esta es la esencia con la que lo estoy haciendo. Con la suerte, en mi caso, de vivirlo sin ninguna presión por la necesidad de un título, sino por el puro placer (y sufrimiento, que no todo descubrimiento es placentero) del autoconocimiento.
No sé si fue en esta misma rueda que dije que para mí también era esencial el grupo, ir descubriendo a cada una de las personas que me iban a acompañar en este trayecto vital. Es maravilloso ver cómo se han ido dibujando, de ser un simple garabato inicial a un hermoso y complejo retrato. Quizá mi carácter haga más fácil lograr lo que voy a decir, pero creo que tan importante como la formación es el grupo y cómo se nutre fuera del espacio meramente formativo: las vivencias, esos lapsos de tiempo, los descansos, las comidas, algunas actividades extraescolares. En nuestro grupo (el Q) hemos tenido un bar virtual en pleno confinamiento, el bar de Willy, a veces muy concurrido y otras menos, donde nos vamos abriendo. El factor humano se nutre de estas pequeñas cosas.
No he dicho nada de lo que significa la Terapia Corporal Integrativa. Espero que no fuera eso lo que perseguía Imma cuando me animó a escribir estas líneas. Desde la osadía que da la ignorancia, digo: Es el proceso necesario para poder mirar nuestra herida infantil, sostener el miedo que nos lo impide, atravesando esa coraza corporal y muscular que nos ha permitido sobrevivir a no haber sido amados simplemente por SER.
Y acabo con la frase que Italo Calvino pone en boca de Marco Polo al final de “Las ciudades invisibles” y que memoricé para el taller de Catalina (vaya experiencia), el de los personajes internos: “El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”
De todo esto trata la formación TCI, de volver a dar espacio a nuestro ser y rescatarlo de entre nuestros egos y personajes, nuestro particular infierno.

Terapia corporal integrativa y salud

Autora: Palma López – Enfermera, terapias naturales, gestalt y corporal integrativa.

Como enfermera aprendí que el abordaje terapéutico debe ir encaminado a que la persona sea lo más independiente posible en la satisfacción de sus necesidades básicas de salud.

Según la enfermera e investigadora Virginia Henderson, “la función propia de la enfermería es asistir al individuo, sano o enfermo, en la realización de aquellas actividades que contribuyen a la salud, a su recuperación o a la muerte pacifica, que este realizaría sin ayuda si tuviera la fuerza, la voluntad o el conocimiento necesarios. Y hacerlo de tal manera que le ayude a ganar independencia a la mayor brevedad posible”.

Henderson describe al ser humano como un ser biopsicosocial con 14 necesidades básicas que deben ser cubiertas para mantener  la integridad, asegurarse el bienestar y promover el crecimiento y desarrollo.

Dejando los recursos materiales, humanos y económicos aparte, me encontraba constantemente con dificultades más o menos sutiles que impedían la consecución de los objetivos de salud. Dificultades tanto del paciente como del profesional.

Dificultades para darse cuenta, para el contacto con uno mismo, para la empatía, dificultad con la comunicación, con el sostener el dolor propio y ajeno, dificultad para la aceptación, para ver y respetar al otro.

A menudo se trata al paciente como alguien que no sabe, receptor de los cuidados o tratamientos, como si la enfermedad fuera algo ajeno a él, que le ha invadido; y el profesional sabe mejor lo que le pasa, lo que debe hacer, lo que está bien. Si el paciente no sigue las indicaciones es incluso regañado o criticado. Es el profesional quien determina las necesidades del paciente.

Algo importante que me aportó la terapia corporal integrativa es que la salud es responsabilidad de cada uno y que nadie mejor que uno mismo puede saber qué siente y qué necesita. Es el paciente el que se da cuenta de sus propias necesidades y de cómo las satisface o no.

En mi trabajo con la terapia corporal integrativa aprendí a sentir y conocer mi cuerpo, y a relacionarme a través de él y no solo desde la cabeza-mente. Aprendí a través de la experiencia propia: sentir, darme cuenta, expresar con mi cuerpo, moverme, respirar, escuchar, descansar… y esto me aportó una vivencia muy distinta de mi propia salud.

Empecé a darme cuenta de los cambios que se producían en mí después del trabajo con el cuerpo: cambios de energía, en mi estado de ánimo, en mi mente, en mis relaciones… en mi salud.

A veces eran cambios rápidos, cuando tras un taller de TCI mi alergia o mi dolor de cabeza habían desaparecido, o mi vientre se había deshinchado. Otros se han dado a lo largo del tiempo, y pequeñas dolencias que antes eran frecuentes hoy prácticamente no aparecen o se resuelven en menos tiempo. Soy más consciente de cuándo me estoy tensando o necesito descanso, y esto permite a mi cuerpo regularse más fácilmente. Una mejor respiración, junto con una musculatura menos rígida y bloqueada, permite que mis tejidos estén más oxigenados y que los procesos metabólicos se realicen con más eficiencia.

Puedo darme cuenta antes de los pequeños problemas de salud, que además me sirven para ir haciendo camino, como señales de mi cuerpo a las que prestar atención. Unas veces, para darme cuenta de una necesidad no cubierta; otras, para hacerme consciente de algo no expresado; e incluso permitiéndome sentir zonas de mi cuerpo poco atendidas. En estas ocasiones, el síntoma me sirve para estar de nuevo más en contacto con mi cuerpo. En todo caso, la enfermedad no es ya algo externo que me ataca, o producto de la “mala suerte”; es parte del proceso de mi vida.

 

En consulta he llevado este aprendizaje al acompañamiento de mis pacientes. Sus síntomas participan de una manera u otra en su proceso de desarrollo, de la misma manera en que yo los he vivido: unas veces como guía sobre la que poner atención para trabajar, otras para desaparecer “sin más”, haciéndole más visible al paciente que algo en él ha cambiado.

Si  tenemos en cuenta los principios de Virginia Henderson, la salud abarca todos los aspectos de la vida. En la terapia corporal integrativa he encontrado una forma de acompañar a los pacientes de manera que pueden aprender de su cuerpo y de sus síntomas, empoderarse, apropiarse y responsabilizarse de su propia salud y, por tanto, de su propia vida.

La respiració com a eina per a una educació conscient

 

Autora: Berta Fernández Falguera – Terapeuta corporal integrativa, psicopedagoga i educadora social, especialitzada en infància i família

Respirar és la forma més directa que tenim per a contactar amb les nostres emocions i el nostre cos. Quan una situació ens sobrepassa, respirar és una forma de donar lloc al que ens està passant. Què m’està passant mentre escolto o veig a l’altre? Què sento? Quines sensacions corporals tinc? És una eina que pot servir tant als infants com als adults. Tots necessitem de vegades parar i respirar per saber què ens està passant. És per això que podem incloure la respiració en la nostra vida quotidiana i també en els espais educatius: a les aules, a casa, en les relacions familiars…

Per començar a respirar d’una forma més completa podem posar-nos de peu, asseguts o estirats boca amunt, sempre i quan la posició ens permeti tenir l’esquena recta, el pit obert i el ventre lliure de moviment. Un entorn tranquil i silenciós facilitarà la nostra concentració i la relaxació. Tancar els ulls també ens pot ajudar a centrar l’atenció en la respiració. Podem col·locar una mà a sobre el nostre ventre i l’altre sobre el pit. A l’ inspirar, agafar l’aire pel nas o per la boca, intentant portar l’aire allà on tenim les mans, inflant la panxa i el pit, deixant entrar tot l’aire possible al nostre cos. A l’ exhalar desinflar el ventre i el pit deixant anar l’aire per la boca poc a poc, traient tot l’aire que teníem dins. Podem tornar a agafar aire per a repetir el procés.

La respiració és una acció que normalment fem de forma involuntària. Aprendre a respirar d’una forma més completa i conscient ens pot ajudar a prendre consciència del que ens està passant internament, ja siguin pensaments, emocions o sensacions corporals. Però quina relació hi ha entre la respiració i l’educació?

imatge respiració

Els nous models educatius que volen humanitzar l’educació tenen en compte l’acompanyament emocional com un aspecte central per al desenvolupament dels infants. Com a pares, mares i educadors, avui sabem que per a poder oferir aquest acompanyament, és necessari tenir informació sobre les etapes del desenvolupament infantil, observar les necessitats i interessos de cada infant, i revisar l’actitud i la manera d’acompanyar que tenim els adults. Si ens endinsem en aquesta darrera qüestió, com acompanyem els adults, ràpidament ens trobarem amb l’evidència què el propi caràcter es reflexa en la nostra forma d’educar o acompanyar. La nostra forma d’actuar automàtica i inconscient davant la vida, els propis bloquejos, emocions o necessitats no ateses, ens impedeixen atendre les necessitats de l’altre i acompanyar amb amor i respecte. És per això que necessitem una educació conscient.

Formacions com el Programa SAT per a Educadors, creat per el Dr. Claudio Naranjo, ofereixen la possibilitat de que els i les educadors/es facin un procés d’autoconeixement, i posin consciencia i atenció en el propi caràcter i les formes d’actuar neuròtiques que moltes vegades dificulten acompanyar a l’altre. Per als adults, detectar la pròpia por o incomoditat pot ser una gran ajuda per a no projectar-la a l’infant el “vigila! Fes-ho així! No facis allò!”. Ampliar la nostra escolta interna ens fa més responsables i capaços d’acompanyar els infants. Ser conscients dels nostres mecanismes neuròtics ens fa ser educadors més lliures; tenim més capacitat per a decidir si volem actuar d’una altra manera.

La teràpia corporal integrativa ofereix moltes eines útils per a l’autoconeixement i la presa de consciència de les pròpies emocions i necessitats, i una de les més importants és la respiració, una eina que ens permet ampliar la nostra presència. Ampliar la capacitat d’estar amb nosaltres mateixos (escolta interna) i amb l’altre. Una eina que ens permet enfocar la nostra atenció en el present, del qual moltes vegades estem desconnectats. Massa sovint vivim ancorats al passat, a emocions que vam sentir, recordant el que vam fer, o atrapats al futur, pensant en què farem d’aquí una estona, anticipant el que passarà. Des d’aquesta desconnexió resulta difícil saber què ens està passant aquí i ara, i encara més difícil escoltar què li passa a l’altre. La respiració conscient i l’atenció al cos ens porten al moment present.

A mi personalment, i en la meva tasca d’educadora amb famílies i infants, la respiració m’ha ajudat a estar més present amb les meves emocions, i a poder escollir si posar-les al servei de l’altre, de l’acompanyament. La respiració m’ha permès de tenir contacte amb el meu propi límit (ser conscient de quan alguna cosa no em va bé, m’incomoda o em molesta) i a poder-ho expressar. M’ha ajudat a posar límits i a poder confrontar els altres. Això ha suposat un canvi en la meva vida personal i també en la meva feina. És per això que per mi la respiració és una eina per a caminar cap a una educació més conscient.

La música y la terapia corporal

Autor: Manuel Muñoz – Terapeuta gestalt y corporal integrativo. Musicoterapeuta inner sound

Desde muy pequeño me ha gustado, y he estudiado, practicado y vivido de diferentes maneras la música, que también aplico en mis terapias individuales y de grupo.

Un día me encontré con una gran verdad. La gran mayoría de los teóricos de la musicoterapia señalan que cualquier actividad musical que usemos dentro de una sesión de terapia (escuchar música, tocar un instrumento, improvisar, cantar, bailar, etc.) por sí misma no es musicoterapia. Para que lo sea, una actividad musical debe formar parte de un proceso terapéutico, ser usada como una técnica dentro de ese proceso.

Es decir, que si la usamos —por ejemplo— dentro de un entorno terapéutico gestáltico, será para ayudar a generar una polaridad en el cliente, o estimular una emoción o un recuerdo, o para ayudar a integrar determinada vivencia…

En este sentido, en un contexto de trabajo psicocorporal (como la terapia corporal integrativa) la usaremos teniendo en cuenta diferentes parámetros básicos, tales como:

1.-quién será el grupo o persona a tratar en la sesión;

2.-qué objetivos queremos lograr en la misma; y

3.-cómo y cuándo utilizar determinada técnica.

Esto, que parece tan obvio, se convierte sin embargo en algo complejo a la hora de “afinar” en la incorporación terapéutica de la música. Por ejemplo, al dar un masaje, el sentido común dice adecuar la música a las zonas a trabajar. Pero no deberíamos cometer el error de dejarnos llevar por el que “la música que a mí me gusta ya le va bien al cliente”. Y ¿qué me/le pasa con la que no me gusta? Porque estaremos obviando el trabajo terapéutico con dos elementos importantes en psicoterapia como son la transferencia y la contratransferencia (Sí, en musicoterapia también existen.)

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Empecé a plantearme el uso de la música como herramienta terapéutica el día que, tras una sesión especialmente dura en lo emocional para un cliente, decidí usar una pieza musical para acabar… sin darme cuenta de que en realidad, en vez de integrar su vivencia, la paré. ¡Usaba la música para calmar mi propia angustia!

Durante estos años de desarrollo de un modelo propio con el sonido, la voz y la música adecuado al trabajo TCI, hemos venido construyendo un catálogo de ítems y situaciones que sirvan de guía en el diseño de ambientaciones musicales aplicadas a la psicoterapia y la clínica. Este decálogo se me antoja un buen punto de partida para todo aquel que quiera adentrarse en los secretos del oficio. A saber:

1.- Toda vibración afecta al cuerpo. El sonido y la voz no solo penetran a través de los oídos. Atención a las reacciones del cliente. Hay que ser cuidadosos…

2.- Hay muchas formas de trabajar con la música. Antes de ponerse hay que tener claro lo siguiente: ¿Es necesaria? ¿Para qué? ¿Cómo voy a trabajar con ella?

3.- Si decido que sí, tengo que definir:

  • – Qué quiero trabajar (tema de la sesión).
  • – A qué zonas corporales afectan los sonidos.
  • – Que tipo de música voy a elegir. ¿Qué fragmento o pieza?
  • – Qué efecto produce esa música en mí.
  • – Qué efectos quiero o espero conseguir. (Cada uno es un mundo)
  • – En qué momentos las voy a introducir.

4.- Para escoger música hay que conocer suficiente música. (Cuanta más, mejor.)

5.-La música puede tener elementos que “favorecen” o que “van a la contra” Escogemos la canción, el pasaje o el sonido según queramos que acompañen, resalten o inciten a traspasar el emergente.

6.-Además, la resonancia de la vibración sonora puede tener efectos beneficiosos o perjudiciales tanto a nivel micro como a nivel macro. También en nuestras células y en el campo electromagnético (bioeléctrico) que rodea nuestro cuerpo.

7.- Tener claros los criterios de TONO, RITMO, MELODÍA, ARMONÍA, VOLUMEN, TIMBRE y TIPO DE INSTRUMENTOS que aparecen en las canciones, fragmentos musicales, canto o sonidos que escojamos para trabajar. Todo esto afecta a zonas corporales diferentes de modo distinto. Atención a su ajuste para poder ser eficaces…

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8.- La INTENCIÓN y actitud como terapeuta son fundamentales; también están trabajando en la sesión. Atención a la transferencia y a la contratransferencia. El sonido es una onda portadora de conciencia. La fórmula Sonido + Intención = Posibilidad de sanación, es cierta.

9.-Psíquicamente, toda música refiere a la emoción, a recuerdos, sensaciones o sentimientos, y puede generar imágenes o evocaciones poderosas. ¡Y lo mejor es que el cliente puede interpretar con sus propias palabras todo el contenido que evoca a través de la escucha! En alguna ocasión, dependiendo de cómo se use, puede llevar a situaciones de trance o de alteración de conciencia.

10.- Una cita, para terminar, del malogrado Eduardo Galeano:

«El cuerpo es un pecado, dice la Iglesia. El cuerpo es una máquina, dice la medicina. El cuerpo es un negocio, dice la publicidad. El cuerpo dice: Yo soy una fiesta’».

Y en el trabajo terapéutico, al cuerpo lo ayudamos también poniéndole música… CON CONCIENCIA.

El día que conocí a Antonio Pacheco

Autor: Oscar Fontrodona – Terapeuta gestalt y corporal integrativo

Este lunes 16 de mayo, la Sala Bruc del Espai TCI se llenó para despedir a Antonio Pacheco, el creador de la terapia corporal integrativa, fallecido en Vitoria a los 68 años, lúcido y rodeado de seres queridos, tras una larga dolencia.

Familiares de Antonio, terapeutas, ayudantes, alumnos… pudimos expresar en este homenaje barcelonés la gratitud por todo lo que hemos recibido de él. Su hijo Igor leyó una de las poesías de Antonio, Oración a Dios, hicimos una meditación para ayudarle en el tránsito y le lloramos ante un vídeo con imágenes de su vida.

Fue una ocasión para el reencuentro de compañeros de viaje que nos habíamos perdido la pista. Fieles al espíritu dionisíaco de Antonio, cerramos animadamente con un opíparo picoteo de productos vasconavarros, salpicado de tantas anécdotas e historias que contar.

Carismático y genial formador de terapeutas, Antonio fue mi maestro en los SAT y en el TCI, esa formación tan vivencial que se trajo de Vitoria a Barcelona hace ya tres lustros, y que llevó hasta las tierras mayas de Chiapas.

Antonio Pacheco en Chiapas

Antonio Pacheco en Chiapas

Su muerte me sorprende con uno de sus libros entre las manos, Ego, esencia y transformación. Ahí resume la filosofía de la TCI, donde la I de «integrativa» responde a las inteligencias múltiples (de la música al cuerpo, pasando por la reflexión filosófica…) de Antonio, un ser dotado para aunar técnicas de lo más variopinto.

Subrayar sus palabras me devuelve al día en que Toni Aguilar me llevó hasta él, a una masía de La Garrotxa donde Antonio iba a impartir un primer stage de TCI sobre «el ego» y me invitaban a probar la medicina. Me invade la gratitud al recordar aquel privilegio. Ante el portón de La Comademont, me recibió la sonrisa bondadosa de Antonio y cuando me quise dar cuenta cuenta ya había traspasado el umbral de un camino sin vuelta atrás.

Antonio Pacheco en La Comademont

Antonio Pacheco en La Comademont

Vaya si me enteré aquel fin de semana de qué iba el ego. Cuando llegó el momento de pasearlo, de mostrarle a aquel grupo (al mundo) mi locura, escrita en una cuartilla mal pegada con celo al pecho, hube de vérmelas con mi dolor y mi vergüenza, y con mi presteza para desconectar de mi dolor y mi vergüenza. Tras aquel rito iniciático, Antonio me recogió, señalándome un camino: «recuperar la alegría de vivir, que es lo que trajiste como niño al nacer», y un método: «si el ego se forma en relaciones enfermas, en relaciones sanas se sana». Quería volver a aquel lugar y tomé la decisión de hacer el TCI.

Antonio fue un maestro muy cercano, que siempre se alegraba de verme, de sonrisas y abrazos recios que calentaban el corazón. Alguien con quien podías contar, disponible a todas horas. Mientras iba reencontrándome en mi grupo de TCI con las emociones perdidas, en los trabajos de repente tenía la sensación de que hablaba para mí. Formaba parte de la magia que estaba viviendo. Sentía que él me conocía. Me he sentido muy reconocido por Antonio. Me miró con benevolencia, más allá de mis personajes internos y mis neuras. Es una experiencia compartida, me consta, por muchos compañeros de viaje. Esa mirada fue sanadora y un aliento para seguir.

Qué gran regalo sentirme aceptado tal como era. Un día, en un taller, nos preguntó qué queríamos ser. Sentía que los demás sí lo tenían claro, y ahora qué digo y se acaba la rueda y ya no puedo esconderme más. «Siento que siempre he ido a la deriva», confesé al fin, muerto de vergüenza. «¿Pues sabes, Oscar —sonrió—, que no es mala manera de ir por la vida?».

Antonio era paternal y yo tenía todos los números para hacer con él transferencia paterna. «De niño —explicó aquel día que le conocí—, no eres aceptado como eres. Queda un fondo de gran soledad. Hasta que sientes que puedes ser aceptado como eres por un ser humano. Necesitas encontrar al menos una persona que te reconozca como ser humano». Más tarde, en el trabajo de los SAT, tuve ocasión de reparar a través de él el maltrecho vínculo con mi padre, y tengo para mí que gracias a esa limpieza pude ser padre yo también.

El vínculo que establecí con Antonio me ayudó a sentir mi pertenencia a lo masculino, a restablecer mi vínculo con el hombre. Aún me inspira su arriesgar, su ir a por lo que quieres, la determinación para atravesar los obstáculos que se interponen en el camino de tu deseo. Un bregador, era Antonio. Su propuesta era atreverse a ser y —dijo aquel día en la Coma— «recuperar la capacidad de fluir en libertad… desde un contacto esencial: no querer el placer del otro, la alegría del otro, es una traición al otro».

Tan vital… Las cenas con él llevaban al alba ¡y al día siguiente tocaba madrugar!, y no eran veganas. Se te contagiaba aquel hedonismo tan de Antonio, un sacarle el jugo a lo bueno de esta vida, mitad estarse en el disfrute y mitad en la curiosidad.

Porque Antonio era corazón pero lo que a mí me admiraba más de él era la fuerza. Se me antojaba imponente. Un día nos dijo haber pesado casi seis kilos al nacer, en Valencia. Esa gran energía le ayudaba a mover grupos grandes como yo no he vuelto a ver. Su capacidad de trabajo era legendaria. Y una palabra clave de su pensamiento, que está por reivindicar, es «impulso».

Me acostumbré a su entrega, a aquel darse. Los talleres de Antonio sabías cuándo empezaban (un pelín tarde) pero no cuándo iban a terminar; podía ser las ocho como a las once; imposible quedar para después. Daba mucho, y se nutría de sus alumnos, claro. Nos hacía partícipes de sus últimas lecturas y descubrimientos, que él integraba mientras se los escuchaba decir.

Tenía el don y el gusto de la palabra. Era el suyo un lenguaje claro, entreverado de humor políticamente incorrecto. En aquellas charlas y trabajos con él me fue calando, gota a gota, ese «humanismo transpersonal» que luego he reencontrado en nuevos viajes y que me ayuda a orientarme en los oficios de vivir y del acompañar terapéutico.

Tenía pasión por transmitir conocimiento y enseñanzas; para mí que siempre conservó algo del maestro de primaria que fue en su juventud («comparado con la educación, lo demás es trivial», sentenció el día que lo conocí). No es extraño que creara La Llave, editorial imprescindible que da a conocer en España maestros de la psicoterapia y la tradición, como el clarividente Baba Om Tom Heckel, que estuvo a su lado en el último suspiro.

La música, una de sus pasiones

La música, una de sus pasiones

Yo le he visto ponerse bravo; él, que tuvo cargo político en el País Vasco de los años de plomo, no le hacía remilgos a los broncos juegos de poder. Y a la hora de negociar los dineros, sacaba al jugador de póker profesional que había sido; para hacer gala después de una generosidad desprendida.

Como dicen que pasa con todos los buscadores, Antonio vivió también su noche oscura, cuando la vida le atizó un par de golpes, en especial el abrupto desplazamiento del SAT, el proyecto de Claudio Naranjo que impulsó durante veinte años de su vida. Me alegro de que al final se haya reconciliado con Claudio.

Antonio se despide de nosotros con estas palabras:

«No llores en mi tumba, no te aflijas, recuerda que me enfrenté a la muerte con conciencia y que me fue concedido el tiempo necesario para despedirme y reconciliarme con la vida con dignidad. Recuerda que mi vida fue plena, que fui un buscador afortunado, que al final de mis días encontré la paz y la unidad, me reafirmé en el sentido de la vida que ya creía.
El principal sentido de la vida es conocerse a sí mismo, para saber que hemos venido a este mundo a aprender y a dar. Yo siento que he cumplido mi misión y que puedo entregarme a la muerte en paz.»

Así sea.

Vivitos y coleando

El equipo del Espai TCI

Autor: Oscar Fontrodona Terapeuta gestalt y corporal integrativo. Community Manager del Espai TCI

 

Aquí nos tienes, al equipo  del Espai TCI, recién llegados del stage consagrado a la Muerte (en la foto). Vivitos y coleando, comenzamos ciclo, una nueva etapa. Te abrimos, con la nueva web, la página del facebook, el canal YouTube y este blog que estás leyendo, la puerta a un espacio donde aprender juntos desde la perspectiva de la terapia corporal integrativa, TCI.

C de corporal

Mi cuerpo habla. Me dice, para empezar, cuáles son mis necesidades, las de verdad; no las que me han vendido y compré. A veces, son cosas que no quiero escuchar y que me cuesta aceptar. Y me dice cuándo no me estoy amando.

Soy cuerpo. Poder decir: “yo soy” ¿qué es, sino sentirme? Soy una experiencia corporal.

Todas las emociones son un movimiento somático, de tensión o de relajación, de apertura o contracción. Cada emoción habita, se siente y se expresa, en un lugar de mi cuerpo: la alegría, la pena… Como todos los niños de esta tribu tan moderna, yo también recibí la consigna inapelable de “controlarme” cuando lo que tocaba era expresar mi enfado. ¡Es inaceptable mostrarlo en público!, decían los adultos, que así lo creen. Se me acumuló la rabia reprimida en los maseteros; solo que de noche, en la oscuridad de los sueños, con el vigilante diurno durmiendo, me salía el enfado y me mordía y por las mañanas me despertaba sangrando y el dentista me recetó una férula… pero no hizo falta porque en la TCI me quité el bruxismo.

Mi cuerpo alberga mi memoria emocional, toda ella. Gracias a la TCI pude también recordar (y no con el coco) que de niño, vivía en el cuerpo. Hasta que un día “entendí” que aquella “desagradable” expresión de la rabia era inadecuada. Y la tristeza también. Y el miedo… Ya de adulto, tanto olvido y represión me pasaron factura. El precio de no permitirnos expresarnos, ni tan siquiera percibirnos, va de las contracturas y bloqueos segmentarios a las patologías más severas.

I de Integrativa

Pero bueno, ese camino ya te lo conoces: es el de la coraza muscular que tú y yo nos fabricamos como resultado de un error cultural: la disociación de cuerpo y mente. Me fragmento y por eso me cuesta vivirme como un todo. Claro que, si ni tan solo me puedo experimentar a mí como una unidad, ¿cómo voy a percibir o intuir siquiera la unidad del cosmos? El trabajo de un ser humano es olvidar para luego recuperar su esencia perdida, hacer luz de las sombras, y en la TCI pude vislumbrar que al espíritu se llega recuperando el cuerpo. Los cristianos hablan de la resurrección de la carne. Nosotros, en el stage de esta semana, hablábamos de muerte y renacimiento.

El Espai TCI es un lugar de formación y ayuda terapéutica. El espacio de una terapia “integrativa”, esto es, que tiene como fin nuestra integración, esa que fuimos perdiendo de frustración en frustración, en el traumático proceso de construcción de la coraza. Un día, cuando mi niño se resignó al fin a vivir en la mente, se imaginó con ella, como Pulgarcito, que las miguitas me permitirían regresar al hogar, ahí donde me sentía flotar en el río de la vida. Con la TCI descubrí que el camino de vuelta está en el cuerpo.

Bienvenido a este viaje.