El masaje Shantala y el desarrollo sano y equilibrado de nuestros hijos

Autor: Francesc Remolí – Psicólogo, terapeuta gestalt integrativo y craneosacral biodinámico. Instructor de masaje Shantala

El masaje Shantala para bebés, que introdujo en Occidente Frédérick Leboyer hacia los años cincuenta representa, aún hoy en día, un válido y necesario trabajo dirigido a las familias para promover la práctica concreta de unos principios y valores de salud y educación que nos devuelven a todos, madres, padres e hijos, la esencial conexión con nuestra naturaleza, la recuperación de nuestras capacidades de autorregulación y equilibrio y un saludable y nutritivo vínculo familiar.

Todo ello se podría traducir en un mundo más humanizado, con más Amor, y en un acompañamiento a la infancia que favorezca seres humanos menos enfermos y neuróticos, menos adormecidos y más conscientes y responsables, más vibrantes, más genuinos con sus necesidades y con las de los demás, más sanos.

Se trata de un trabajo profundo, que va más allá de la técnica de masaje para el bebé con aceite natural o de los ejercicios de yoga que lo dieron a conocer. Hablamos también de ocuparnos del cultivo de cualidades y principios esenciales que favorecen y potencian el desarrollo biopsicológico sano del niño en su encuentro nutritivo con su madre/padre. Me refiero por ejemplo a:

  • Presencia verdadera

Estoy aquí, ahora, contigo. De manera incondicional y abierta.

  • Entrega y disponibilidad

Estoy aquí para ti, disponible, respeto tu ritmo.

  • Amor admirativo y reconocimiento

Te veo, te reconozco como ser consciente e integral, admiro tu esfuerzo y te doy espacio.

  • Contacto delicado y sincero

Te lo expreso de voz y con mi cuerpo, de corazón, desde surgen mis manos, con mi tacto amoroso.

Leboyer comprendió la importancia y la necesidad de traer a Occidente este trabajo para bebés y familias. En aquella época los médicos y sus instrumentos eran los protagonistas del trabajo de parto y el miedo infundado llegó a anestesiar la sabiduría ancestral femenina. Las mujeres empezaron a dudar de sus instintos y capacidades innatas y naturales. Incluso se había popularizado, en la sociedad de la época, la idea de que abrazar, acariciar o mecer a un niño hacia peligrar su desarrollo como una persona independiente y bien criada.

No quiero insistir en una revisión sobre cómo hemos tratado a nuestra infancia a lo largo de la historia. El sentido común y el dejarse sentir esa energía resonante que viene del pasado, de nuestros antepasados e incluso de nuestra propia infancia, nos permite a la mayoría sentirnos quizás menos tristes.

Es importante apuntar cómo numerosos estudios vienen demostrando desde hace tiempo lo importante que es para el desarrollo biopsicológico sano del bebé recibir estimulación cutánea y un contacto regular y afectivo. Su ausencia conlleva graves perturbaciones en el desarrollo y crecimiento del bebé, así como serias dificultades psicoafectivas en su vida de adulto.

Desgraciadamente, por muy perjudicial que haya sido para millones de niños, que han crecido con trastornos, este enfoque y esta mentalidad que se encontró Leboyer en su época sigue con  nosotros.

Por suerte también, trabajos como los de Leboyer y de los contemporáneos Claudio Naranjo o  Evânia Reichert nos animan a salir de nuestra zona de confort y adormecida y superar nuestras dificultades y límites. La lucidez de estos maestros y sus propuestas para la prevención nos animan a todos a un activismo real para cambiar el mundo; sí, el mundo. Un activismo que nos lleva como adultos y padres/madres a revisar y cambiar la manera en que acompañamos y tratamos a nuestros pequeños, a nuestros hijos, a, como dice Evânia, nuestra infancia sagrada.

La alimentación y la salud física de nuestros hijos son aspectos muy importantes a los que se les presta hoy en día especial atención. Este hecho contrasta con la escasa consciencia sobre los daños emocionales y físicos que genera una mala calidad del contacto afectivo. Es aquí donde el trabajo Shantala se alza como una sólida oportunidad.

En los primeros meses de vida el amor se transmite mediante la piel; es necesario ser acariciado, abrazado, llevado en brazos, sostenido…, y esto requiere implicación, presencia, interés, responsabilidad, ternura, consciencia. El bebé que no recibe una adecuada y afectiva estimulación cutánea no puede integrar ni asimilar en su ser la experiencia de amor.

Para terminar, me gustaría señalar aquello que me hizo a mí, como padre de una niña preciosa, Flor, y como psicólogo, adentrarme en las beneficios profundos de esta práctica ancestral de la medicina ayurvédica. En concreto fue que, a diferencia de lo que sucede en otras técnicas y masajes terapéuticos infantiles, el trabajo Shantala debe ser realizado por los mismos padres, y durante el primer mes, especialmente por la madre. El instructor guía a los padres para que puedan desarrollar y asimilar las habilidades y los conocimientos originales a fin de poder realizar por sí mismos, y de forma autónoma, este trabajo terapéutico en su hogar con sus hijos.

Se trata, a mi entender, de una hermosa manera de creer en nuestras capacidades, en nuestra propia naturaleza.  Una manera de devolvernos lo que siempre ha estado en nosotros, vibrante, pulsante. Quizás este retorno a casa ayude en la transformación del mundo.

Algunas referencias bibliográficas:

-Reichert, E., Infancia, la edad sagrada, La llave, Barcelona, 2015.

-Naranjo, C., Cambiar la educación para cambiar el mundo, La llave, Barcelona, 2007.

-Leboyer, F., Por un nacimiento sin violencia. Mandala, Madrid,  2008.

-Montagu, A., El tacto: la importancia de la piel en las relaciones humanas, Paidós, Barcelona, 2004.

 

La música y la terapia corporal

Autor: Manuel Muñoz – Terapeuta gestalt y corporal integrativo. Musicoterapeuta inner sound

Desde muy pequeño me ha gustado, y he estudiado, practicado y vivido de diferentes maneras la música, que también aplico en mis terapias individuales y de grupo.

Un día me encontré con una gran verdad. La gran mayoría de los teóricos de la musicoterapia señalan que cualquier actividad musical que usemos dentro de una sesión de terapia (escuchar música, tocar un instrumento, improvisar, cantar, bailar, etc.) por sí misma no es musicoterapia. Para que lo sea, una actividad musical debe formar parte de un proceso terapéutico, ser usada como una técnica dentro de ese proceso.

Es decir, que si la usamos —por ejemplo— dentro de un entorno terapéutico gestáltico, será para ayudar a generar una polaridad en el cliente, o estimular una emoción o un recuerdo, o para ayudar a integrar determinada vivencia…

En este sentido, en un contexto de trabajo psicocorporal (como la terapia corporal integrativa) la usaremos teniendo en cuenta diferentes parámetros básicos, tales como:

1.-quién será el grupo o persona a tratar en la sesión;

2.-qué objetivos queremos lograr en la misma; y

3.-cómo y cuándo utilizar determinada técnica.

Esto, que parece tan obvio, se convierte sin embargo en algo complejo a la hora de “afinar” en la incorporación terapéutica de la música. Por ejemplo, al dar un masaje, el sentido común dice adecuar la música a las zonas a trabajar. Pero no deberíamos cometer el error de dejarnos llevar por el que “la música que a mí me gusta ya le va bien al cliente”. Y ¿qué me/le pasa con la que no me gusta? Porque estaremos obviando el trabajo terapéutico con dos elementos importantes en psicoterapia como son la transferencia y la contratransferencia (Sí, en musicoterapia también existen.)

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Empecé a plantearme el uso de la música como herramienta terapéutica el día que, tras una sesión especialmente dura en lo emocional para un cliente, decidí usar una pieza musical para acabar… sin darme cuenta de que en realidad, en vez de integrar su vivencia, la paré. ¡Usaba la música para calmar mi propia angustia!

Durante estos años de desarrollo de un modelo propio con el sonido, la voz y la música adecuado al trabajo TCI, hemos venido construyendo un catálogo de ítems y situaciones que sirvan de guía en el diseño de ambientaciones musicales aplicadas a la psicoterapia y la clínica. Este decálogo se me antoja un buen punto de partida para todo aquel que quiera adentrarse en los secretos del oficio. A saber:

1.- Toda vibración afecta al cuerpo. El sonido y la voz no solo penetran a través de los oídos. Atención a las reacciones del cliente. Hay que ser cuidadosos…

2.- Hay muchas formas de trabajar con la música. Antes de ponerse hay que tener claro lo siguiente: ¿Es necesaria? ¿Para qué? ¿Cómo voy a trabajar con ella?

3.- Si decido que sí, tengo que definir:

  • – Qué quiero trabajar (tema de la sesión).
  • – A qué zonas corporales afectan los sonidos.
  • – Que tipo de música voy a elegir. ¿Qué fragmento o pieza?
  • – Qué efecto produce esa música en mí.
  • – Qué efectos quiero o espero conseguir. (Cada uno es un mundo)
  • – En qué momentos las voy a introducir.

4.- Para escoger música hay que conocer suficiente música. (Cuanta más, mejor.)

5.-La música puede tener elementos que “favorecen” o que “van a la contra” Escogemos la canción, el pasaje o el sonido según queramos que acompañen, resalten o inciten a traspasar el emergente.

6.-Además, la resonancia de la vibración sonora puede tener efectos beneficiosos o perjudiciales tanto a nivel micro como a nivel macro. También en nuestras células y en el campo electromagnético (bioeléctrico) que rodea nuestro cuerpo.

7.- Tener claros los criterios de TONO, RITMO, MELODÍA, ARMONÍA, VOLUMEN, TIMBRE y TIPO DE INSTRUMENTOS que aparecen en las canciones, fragmentos musicales, canto o sonidos que escojamos para trabajar. Todo esto afecta a zonas corporales diferentes de modo distinto. Atención a su ajuste para poder ser eficaces…

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8.- La INTENCIÓN y actitud como terapeuta son fundamentales; también están trabajando en la sesión. Atención a la transferencia y a la contratransferencia. El sonido es una onda portadora de conciencia. La fórmula Sonido + Intención = Posibilidad de sanación, es cierta.

9.-Psíquicamente, toda música refiere a la emoción, a recuerdos, sensaciones o sentimientos, y puede generar imágenes o evocaciones poderosas. ¡Y lo mejor es que el cliente puede interpretar con sus propias palabras todo el contenido que evoca a través de la escucha! En alguna ocasión, dependiendo de cómo se use, puede llevar a situaciones de trance o de alteración de conciencia.

10.- Una cita, para terminar, del malogrado Eduardo Galeano:

«El cuerpo es un pecado, dice la Iglesia. El cuerpo es una máquina, dice la medicina. El cuerpo es un negocio, dice la publicidad. El cuerpo dice: Yo soy una fiesta’».

Y en el trabajo terapéutico, al cuerpo lo ayudamos también poniéndole música… CON CONCIENCIA.

El lenguaje del masaje

Autora: Analía Martínez Martí – Terapeuta gestalt y corporal integrativa

El sentido del tacto es la madre de los sentidos, porque despunta antes que los demás en el embrión humano. A las ocho semanas, una caricia suave en el labio superior provoca movimientos de retracción del cuello y el tronco.

En esta fase, el embrión no posee ni ojos ni oídos, pero la piel, que es como un manto que nos envuelve por completo, ya está diferenciada. El más sensible de nuestros órganos limita nuestro yo, nos permite conectar con el entorno, y sin ella no podríamos vivir.

El ser humano está constituido por tres cualidades básicas: inteligencia, afectividad y energía. A la inteligencia pertenecen todos los procesos relacionados con el pensamiento, como analizar, comprender, intuir, observar y establecer relaciones entre las cosas. El foco de la afectividad nos conecta con la capacidad de sentir, con la empatía, la alegría, la compasión y, sobre todo, con la conciencia de la unidad de la vida. Los procesos relativos a la fuerza, la constancia, la seguridad, la vitalidad y la solidez y estabilidad corresponden al foco de la energía.

Estas cualidades constituyen un todo, una unidad, es decir: una estructura integrada por varias partes. Por lo tanto, cuando contactamos con otra persona se produce un proceso humano, en el que, más allá de lo físico, hay comunicación, intercambio e interacción.

El masaje es una forma estructurada de contacto, constituida por diferentes manipulaciones, donde cada una tiene una función diferente.

– Los hamacados aflojan y potencian la sensación de ser mecidos.

– Los estiramientos liberan, abren paso a la energía y nos hacen más conscientes de nuestras estructuras y de nuestra respiración.

– Los roces suaves, que se realizan al comienzo y al final del masaje, confortan y calman.

– Las vibraciones vivifican y excitan, lo mismo que las percusiones.

– Las fricciones calientan.

– Los amasamientos nos permiten explorar profundamente la musculatura.

– Las presiones descontracturan.

El masaje es una verdadera comunicación cuando se tienen en cuenta algunos factores básicos:

– la actitud del terapeuta en el momento de realizarlo,

– el ritmo, la intensidad y profundidad del contacto,

– el comienzo y la finalización.

La relación entre cliente y terapeuta se va cimentando poco a poco. Por eso, crear un ambiente donde la persona pueda regresar a su cuerpo es una labor de cuidado y amor.

Es muy importante la presencia del terapeuta en el aquí y ahora, conectado consigo mismo y atento a las necesidades del paciente. En cada momento debe discriminar qué es lo útil y qué, lo superfluo, qué hacer y qué evitar; lo cual implica entrega y conciencia de los propios límites.

Trabajar con una atención flotante, sin prisa y relajadamente, permite sentir la necesidad y dirigirse allí donde se encuentra, ya que una ayuda inoportuna no es verdadera ayuda. Al contrario, produce un retroceso del proceso y del vínculo.

La conciencia corporal aumenta poco a poco con el contacto y se hacen conscientes aspectos negados del sí mismo, pero presentes en el cuerpo en forma de tensión muscular defensiva; rigideces que limitan los movimientos; dolor y bloqueos físicos surgidos del miedo, que amortiguan tanto el sufrimiento como el placer.

Esas zonas desvitalizadas se vivifican y aparecen sensaciones y emociones como la tristeza, la rabia, el miedo… Acompañar en esos momentos, con palabras o sin ellas, pero con presencia, permite reconocer al otro sus dificultades y su potencial; y a la vez, nuestro potencial y nuestras dificultades, surgiendo así un vínculo de mutuo enriquecimiento.

En consecuencia, no hay una clase correcta de contacto a usar, porque tanto un toque leve como uno firme pueden ser útiles y uno no es mejor que otro. Todo depende del momento, del área corporal, de la tolerancia al dolor. Una manipulación fuerte puede ser intrusiva y dolorosa para algunas personas. Por eso, la intensidad y la profundidad del contacto han de ser progresivas y graduales, así como el ritmo debe ser constante y calmado. La separación será suave y lenta para que se puedan restablecer los límites de cada uno.

masaje analía

Mi inclinación por el masaje comenzó cuando en el año 90 viajé a Argentina para despedirme de mi padre, ya muy anciano y enfermo. Fue él quien marcó el camino regalándome un libro muy elemental de shiatsu.

Al regresar comencé a formarme en esa técnica, que me llevó a comprender el concepto taoísta del yin/yang: fuerzas opuestas pero interdependientes y complementarias, que están en  un estado constante de equilibrio dinámico, y de cuya interacción surge la energía. Son las dos caras de la misma moneda. Esto despertó en mí una forma diferente de ver la realidad, y nuevas inquietudes que me condujeron a  otras formas de masaje.

Con la experiencia, me di cuenta de que la técnica por sí sola no es suficiente, y que hay que integrar cuerpo, emociones, mente y espíritu. Así llegué a la gestalt y al TCI.

Actualmente, trasmitir mi experiencia me da alegría. Deseo sembrar la semilla del interés por el masaje, como herramienta eficaz para desarrollar la conciencia y la integración de la persona.