Aprender a relajarse y estar concentrado

 

La meditación como herramienta en las aulas

 

Autor: Toni Aguilar – Médico, terapeuta gestalt y corporal integrativo. Director del Espai TCI

 

La meditación es un método de introspección universal, que está presente en muchos enfoques espirituales y otros caminos de autoconocimiento.

Los nuevos modelos educativos contemplan la meditación como una herramienta de gran utilidad en las aulas. Se busca entrenar y desarrollar la mente en sus dos capacidades básicas: la concentración y el darse cuenta en el aquí y ahora.

En la actualidad, Occidente está buscando en Oriente, con una mirada científica. Se estudia, se clasifica y se hacen experimentos para descubrir qué es lo que acontece en la mente de un meditador, que es una persona que se relaja y aprende a centrar su atención, ya sea en un concepto como el amor, en la compasión o simplemente en su respiración.

Los resultados de estas investigaciones son contundentes. Tras colocar electrodos en las cabezas de monjes expertos en meditación y conectarlos a un escáner, se observó cómo se activaban diversas zonas del cerebro asociadas fundamentalmente a la capacidad de aprender e incluso de ser felices. Mediciones todas ellas contrastadas con un grupo de control compuesto por personas que no habían meditado nunca.

Un monje, en concreto, presentaba tal activación de un núcleo del cerebro asociado a la felicidad que los científicos dedujeron que es la persona más feliz del mundo.

Fruto de este experimento se concluyó que podemos entrenar el cerebro, que se puede cambiar su estructura de la misma manera que la práctica del deporte desarrolla nuestra musculatura y habilidades como la flexibilidad o la agilidad.

Otros experimentos evidencian cambios en la producción cerebral de ciertas sustancias, los llamados “neurotransmisores” (de la serotonina a las endorfinas, entre otras muchas), que mejoran nuestra claridad mental, nuestro enfoque y nuestra concentración, reduciendo así el miedo, la ansiedad y la depresión.

niño meditando

En los nuevos modelos educativos, como el que propone el psiquiatra Dr. Claudio Naranjo, la práctica de la meditación tiene un lugar en las aulas, ya que es uno de los métodos terapéuticos más eficaces y seguros. La quietud de la mente hace que la conciencia se vaya ampliando, y el darse cuenta en el aquí y ahora nos enseña a encontrar soluciones creativas a nuestros problemas cotidianos, y a gestionar mejor nuestro mundo emocional.

En definitiva, la meditación es una herramienta muy válida no solo para el educador, que a menudo siente la presión de una estructura rígida y demandante, sino también para el alumno, que puede encontrar en esta técnica una actitud de vida que apunta a la salud y al aprendizaje.

Dejándome llevar. Una experiencia de liberación a través del cuerpo

 Autor: Jaume Calafat – Terapeuta corporal integrativo

Hoy me siento inquieto, mi cabeza es un torbellino de pensamientos y no deja espacio para nada más, siento tensiones en mi cuerpo y mi respiración es muy corta. La verdad es que tengo ganas de salir corriendo de este estado. Ante esta situación normalmente buscaría una distracción: comer, mirar el ordenador, el teléfono. Pero hoy decido quedarme conmigo. Decido sumergir-me dentro de mi cuerpo.

Empiezo a desbloquear mi cuerpo por segmentos. Prestando mucha atención a sus límites. Poco a poco, empiezo a notar sensaciones, mi cuerpo se está activando con la energía que estoy moviendo. Mi cabeza se está serenando y la sensibilidad va aumentando. Me paro, estoy en arraigo, dejo mi cabeza, sólo observo y vivo mi cuerpo, intento poner toda mi atención en la sensación interna que percibo. Siento que un sutil movimiento interno empieza, me dejo ir con él, me lleva a inclinarme completamente hacia delante y sobre mi lado derecho.

Mi cabeza pregunta: «¿Qué es esto?».  No importa saber, sólo quiero vivirlo, me dejo estar aquí. Centrado en la experiencia siento algo muy sutil, me centro en ello, me va invadiendo el pecho y me cambia la respiración, mi diafragma vibra. Lo reconozco: es tristeza, estoy con ella, lloro. Mi cabeza pregunta: «¿Por qué estoy triste?» No importa, simplemente la acepto. Poco a poco va perdiendo intensidad, desaparece.

Mi cuerpo pide incorporarse y lo sigo a su ritmo, me siento tranquilo, sereno, lo vivo, me dejo estar en ello. Mi cabeza quiere moverse, la acompaño a su ritmo, se va hacia atrás y me quedo mirando el techo, me quedo quieto, observo, siento una vibración en mi vientre, un calor sube rápido hacia mi garganta y cuando me doy cuenta estoy gritando. «Aaaaaah…». Y  mientras grito lo veo, me doy cuenta de con quién estoy enfadado. ¡Ahora lo entiendo! Necesito poner límites a mi madre.

Algo interno se libera, me siento todo el canal interno abierto, estoy tranquilo, me quedo relajado. Desde este bien estar, conecto con la alegría, con lo creativo, me muevo desde ahí, tengo ganas de dejarme llevar y a la vez siento miedo a perder el control. Me lo permito, traspaso el miedo y ahora siento que rompo mis esquemas, mis rigideces. Me muevo explorando el espacio desde otro punto de vista más fluido, más receptivo, aceptando muchas más posibilidades. Desde esta exploración sale un movimiento muy concreto, conecto con mi sabiduría interna, me sale cuidarme, abrazarme, quererme a mí mismo. Me acuno, me acaricio, me respeto, me valido.

Mi experiencia de hoy acaba aquí, habiendo aceptado y caminando por la tristeza, la rabia, el miedo y la alegría. Ahora estoy con una actitud más receptiva y abierta a la vida.

Siento que mi cuerpo es mucho más que un vehículo que acompaña a mi cabeza. Cada día me sorprendo más con las vivencias pasadas que rescato y libero a través de él.

Una vez digerida la experiencia, al día siguiente me salen una serie de palabras clave: gestión de emociones, confianza, elección, interpretar, y unas reflexiones al respecto:

Las emociones nos dan información sobre cómo estamos internamente, ayudándonos a contactar con nuestra necesidad. Hay emociones que nos son fáciles de gestionar. Otras nos resultan más complicadas, y esto se debe a que en el entorno en que he crecido, eran emociones no aceptadas y las he reprimido o no he tenido espacio suficiente para aprender a gestionarlas. Con mi terapeuta, aprendo a hacerlo, él me enseña a caminar, a transitar mis emociones, así yo voy cogiendo práctica y, al estar seguro, podré caminar por mí mismo las situaciones que la vida me traiga. Este es el camino que hacemos en la terapia: el paso del apoyo terapéutico al autoapoyo.

A medida que avanzamos en la terapia, nuestra experiencia aumenta y vamos desarrollando la confianza en estar en contacto conmigo, esté como esté. Las vivencias internas cada vez me asustan menos. Si me permito aceptar la emoción y entrar en ella, veo cómo poco a poco puedo transitarla, y a la vez conecto con la necesidad que hay debajo. Con el tiempo, estos tránsitos se dan más rápido, posibilitando que cada vez recobre mi centro con mayor facilidad, permitiéndome una actitud más disponible y receptiva para la vida. Desde este punto, entiendo que lo que me genera sufrimiento es el hecho de no aceptar lo que siento. Se genera en este caso todo un mecanismo para reprimir la emoción, que rápidamente se traduce en tensiones a nivel corporal, provocando una pérdida de energía vital y de bienestar.

La elección es dar importancia y protagonismo a lo que es importante para mí. En la elección, paso de un infinito de posibilidades a construir mi realidad. En este caso decido estar presente, yo quiero presencia en mi vida y a la vez quiero ponerme delante de las dificultades que me surgen; para mí, la única manera de solucionarlas. Como ejemplo, si tengo una inundación en casa, no la voy a solucionar tomándome un tranquilizante y yendo a la cama, aunque esto pueda darme tranquilidad.

En la terapia es muy importante dejar de interpretar qué me pasa y entregarme plenamente a la experiencia. Cuando dejo a un lado lo que pienso, voy ganando en presencia, en entrega y entro con más profundidad en la experiencia, esto me lleva a una comprensión más directa y genuina sobre lo que vivo, sobre mi necesidad, sobre lo que me duele, sobre lo que me gusta.